Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez
[Escrito en Envigado (Antioquia), cuna del narcotraficante, asesino y criminal Pablo Escobar Gaviria (alias "el patron"), en junio de 1999. Parte del libro inédito denominado "Infierno", donde aparece como el canto IV del año 99. Este texto es una expresión venenosa de impotencia política y social. Cuando la ilegalidad y la barbarie prevalecen de una forma tan contundente, tan irrevocable, tan masiva, los hombres conscientes sólo tienen tres caminos: huir; o tomar las armas y responder violencia con violencia; o resignarse, quejarse -denunciar- y llorar. Estas distorsiones individuales que conllevan estados necios, patológicos o criminales, son fruto de ambientes sociales colapsados -solapados- cuya transformación es urgente si se quiere detener y revertir el salvajismo de sus habitantes. ]
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15 de septiembre de 1999 |
La situación en el país es horrible, aunque esto mucho me complace. Actualmente son muchos los que andan con la ropa roída. Jeans viejos, camisas descoloridas. La autoestima de las muchachas ha bajado inmensamente. Las de esta ciudad arribista y aparentadora están bastante flacas, ya no abunda la comida tanto como antes, ya no se desbordan en cada contoneo, ya son mitad hueso, mitad carne.
Los muchachos de las motos –los que hacen “cruces” y
“mandaos”- aún las mantienen impecables, aún tienen expresiones soberbias en su
rostro, pero ya no las ponen a rechinar. La droga se sigue vendiendo... es
seguro, pero parece ser que las ganancias son muchos menores, pues en gran
proporción se ha reducido el exhibicionismo.
Ya no se escuchan tantas risas en las calles, aún los jóvenes han enmudecido. Y sin embargo, todavía muchos de éstos son tan estúpidos que sonríen, especialmente los estudiantes: ¡creen tener asegurado su futuro esos idiotas! Algunos son bastante engreídos, aunque lo que socialmente he visto es que muchas personas así, no siendo las mejores (aunque creyéndoselo), obtienen lo que quieren.
El termómetro de la vida está en las calles, la publicidad y
el positivismo no engañan a nadie: estamos jodidos. Hasta los jóvenes lo
sienten... Ellos que tanto tienen asegurado.
Me gusta que le bajen los humos a este pueblo vacío. Me
gusta que ni aún los “ricos” puedan ya reír. Aún desfilan los autos, pero no de
forma tan ostentosa como ayer. Aún quienes usan gafas oscuras tienen un dejo de
preocupación: ¿cómo seguirán pagando su carro, cómo cancelarán el arriendo,
cómo podrán estrenar, a dónde irán en vacaciones, cómo podrán seguir
practicando su costumbre de chicaniar?
Lo que en Colombia ha hecho más caótica la situación, es que
nos dimos cuenta de que aquí siempre ha habido un egoísmo desde los distintos
colectivos hasta lo individual. Aquí no hay comunidad sino víctimas, aquí no
hay patriotismo sino bellaquería... Por eso nadie le apuesta a este país, pues más
evidente que nunca se ha hecho el que, aquí el gobierno es una fantasía, y lo
que se entiende por gobernar es desordenar o posar.
Nuestra nada se desintegra aún a pesar de los pañuelos
blancos; este simbolismo estúpido convence hoy menos que nunca. No hay país, no
hay Estado, no hay justicia, solo vulgaridad y desenlaces triviales. ¡Oh gloria
inmarcesible, oh júbilo inmortal! ¡Mueran todos de una vez!
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