miércoles, 5 de diciembre de 2012

Visita a un pueblito indígena (crónica)

Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez


 
      [Escrito en Envigado (Antioquia) a finales de 2005, para el curso Periodismo Cultural de la Universidad de Antioquia, dictado por el cronista del periódico El Colombiano, John Saldarriaga. Este es un texto verdaderamente chocante, plagado de racismo, radiografía de mi estupidez al respecto en esa época (aunque no me arrepiento de lo que dije de esa cocinera altanera y grosera). Parte de su contenido me avergüenza, pero lo dejo como mal ejemplo. Alguna parte del texto tal vez pudo motivar el proyecto de rescate cultural que emprendió la comunidad de Cristianía, que de todas formas ha estado en ese proceso en muchos momentos a lo largo de su historia. Le pido disculpas a la mayoría de las personas que pude haber ofendido. Hoy comprendo que cualquier forma de discriminación carece de todo sentido y es una expresión de desacople con la realidad.]
 
 
 

Cristianía, año 2005

 

     Tan indomable es la naturaleza en Antioquia, que aún nos exhibe su poder en el siglo 21. Mientras recorríamos en bus los kilómetros y las horas que separan a Medellín de Cristianía, por las ventanillas nos asombraba el verdor agreste que cubre el paisaje. ¿Cafetales, hojarasca, selva virgen? No lo sabía nuestra ignorancia citadina. Sólo sentía el poder de ese verdor salvaje y las vidas animales que lo tienen por hábitat.
 

     ¡Qué valientes fueron los conquistadores españoles en adentrarse, hace más de 500 años, a espesuras mayores que esas de las que fuimos testigos! Una tierra que desprecia las reglas de la civilización y que engulliría las ciudades, si no hubiera negociantes que lo impidieran. De aqui viene la dureza de nuestras gentes, su orgullo, surgido de saberse duros oponentes de montañas tan altivas como el Cerro de Tusa: pirámide reverdecida de soberbia.



Cerro Tusa, suroriente de Antioquia
                               
      

     Este salvajismo tambien esta enraizado en nuestro corazón: un motor de guerras y masacres que dan un tinte azafranado a nuestros ríos. La sangre es el color de nuestras vidas y el alcohol, el centro de nuestras fiestas. Ignorabamos que los embera lo supieran, pero ellos afirman que recuerdan hasta la espada del español. Lo que si vivieron fue el asesinato de dos lideres indigenas: Anibal Tascon Gonzalez y Mario Gonzalez Yagari, esto a finales de los setenta, durante su período de lucha por tierras, en contra de los descendientes del "hacendado" Ricardo Escobar Pérez.
 

     En nuestro imaginario, Cristianía debía ser un lugar ídilico: casitas de madera pintadas de blanco, rodeadas de jardines coloridos. Calles en piedra menuda y sin pantano. Aroma floral, mística natural, esencia de alma indígena, idioma milenario, costumbres nativas, virtud primitiva, autovaloracion y respeto... Llegamos y nada era verdad: casas de rústico ladrillo, calles enlodadas, indígenas hambrientos, politiquería, nepotismo, drogadicción, alcoholismo, orgullo gay, analfabetismo, reggaetón, culifaldas y desempleo. Gente buena gente como en todos lados. Pillos y marrulleros, como en todos lados...  
 

     Un discurso etnocéntrico y sin mucho fondo; un jaibanismo traído de los cabellos y mezclado con brujería; una justicia privada que a una comunidad grande la llevaría al caos; una pose de minoría oprimida que le proporciona privilegios a unos cuantos. ¿Una recua de engañados, de cuota política? Sólo el tiempo lo dirá. Los líderes dicen que luchan por su pasado, por su identidad, por su cultura, a lo mejor por su raza, y eso seria bueno... Démosles el beneficio de la duda... Presumamos su buena fe.



                                                          Indígenas embera chamí



     Unos setenta paisas sin ruana y sin carriel se asentaron en tres salones de la escuela del pueblo. Dicharacheros y habladores, populares y festivos, universitarios, provincianos e irreverentes. Sin la disciplina de las monjas, el dios de la corrección no estuvo presente. Las premisas académicas fueron diluidas, al principio en ron y al final en chicha. Algunos flirteos amorosos tuvieron su agosto; la mayoría la pasamos en "ayunas", y estuvo bien asi...¡Ay qué dolor!
 

     Un acto formal de encuentro con el "gobierno indígena": propósitos, promesas y autoelogios a granel. También afloró cierta autocrítica que nos mostró ciertos baches en el discurso. Todo en medio de una rueda de prensa a nuestra medida, en la cual observamos las calidades periodísticas de algunos compañeros. Durante esa tarde desarrollamos el trabajo de campo: conversación con la comunidad, dialogo con el paisaje... Descubrimiento de nuevas realidades. El aire limpio y el verdor del campo relajó nuestro espíritu.
 

      Al final de nuestra estadía, los embera nos obsequiaron una noche artística con danzas, cantos y chicha... Divertidas obras de teatro, en fin... Retornamos a casa con una buena experiencia y con el recuerdo nauseabundo de una cocinera oscura que habría sido el deleite de una comunidad de antropófagos... Nosotros preferiríamos comer raíces.


 

Un familiar lejano de la cocinera que llevó John Saldarriaga a Cristiania, pero con muchos menos kilos.
 
 
 

Fotografías de aquella visita:

  
 
Municipio de Jardín, año 2005
 
 
Municipio de Jardín, año 2005
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario